En los últimos años, muchos países alrededor del mundo han comenzado a adoptar políticas laborales que promueven la reducción de las jornadas laborales, permitiendo a los trabajadores disfrutar de más tiempo libre y mejorar su calidad de vida.
Sin embargo, este no es el caso en todos los rincones del planeta, ya que algunas naciones han optado por incrementar las horas de trabajo, volviendo a un modelo que muchos creían superado.
Un ejemplo claro de esta tendencia se observa en Grecia, donde se está considerando la posibilidad de aumentar la semana laboral a 48 horas. A diferencia de otros países que han optado por reducir las jornadas laborales, Grecia busca expandirlas, argumentando que esto aumentaría la productividad en ciertos sectores.
La propuesta, aún en evaluación, se aplicaría a empresas que operan las 24 horas del día, lo que implicaría que los trabajadores tendrían la opción de sumar horas adicionales a su jornada habitual, con la promesa de remuneraciones superiores.
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El panorama laboral en Grecia no es un caso aislado. En Corea del Sur, el gigante tecnológico Samsung ha hecho un llamado a sus ejecutivos a trabajar también durante fines de semana, como parte de una estrategia para enfrentar diversos desafíos económicos.
Factores como la depreciación de su moneda, el aumento de los costos de producción y una ambiente comercial incierto han llevado a la empresa a implementar una semana laboral de seis días. Aunque esta medida afecta principalmente a la alta dirección, refuerza la cultura de largas jornadas laborales que caracteriza al país.
Sin embargo, estos cambios no son bien recibidos por todos. En Grecia, el sindicato de funcionarios Adedy ha expresado su rechazo, argumentando que aumentar las horas de trabajo no se traduce en mejor productividad. «Una mayor productividad conlleva mejores condiciones laborales y una mejor calidad de vida, lo cual sabemos que se logra con menos horas de trabajo, no más«, señala un representante del sindicato.
La tendencia de incrementar las jornadas laborales contrasta fuertemente con los esfuerzos a nivel global por mejorar la calidad de vida de los trabajadores mediante la reducción de horas. Mientras algunos abogan por un equilibrio entre trabajo y vida personal, otros países parecen optar por el camino opuesto.
Este escenario plantea cuestiones fundamentales sobre el futuro del trabajo en un mundo cada vez más interconectado. La búsqueda de mayor productividad y rentabilidad es innegablemente importante, pero los efectos sobre la salud mental y física de los trabajadores no pueden ser ignorados.