La socialista Michelle Bachelet, presidenta de Chile por dos periodos (2006-2010 y 2014-2018) ha insistido que no está en la carrera presidencial de 2025, sin embargo, semana a semana su nombre sube como la espuma en las preferencias espontáneas de los chilenos. En las últimas encuestas ya aparece en segundo lugar, a pasos de Evelyn Matthei, la principal carta de la derecha tradicional (Cadem, Criteria y Centro de Estudios Públicos). El potente respaldo a su figura deja en evidencia la falta de nuevos liderazgos cosechados en la izquierda de recambio desde que llegó a La Moneda con Gabriel Boric en 2022. Pero no solo del Frente Amplio, la formación del mandatario chileno, sino también de la generación de la centroizquierda que hoy tiene 50 y 60 años, que nunca ha llegado a la presidencia.
Bachelet ha descartado querer aparecer por tercera vez en la papeleta. Dice que está “en otra en la vida” y que a la democracia le hace bien tener rostros nuevos. “No quiere decir que rostros jóvenes necesariamente, pero sí rostros nuevos”, ha señalado. El sociólogo y politólogo Alfredo Joignant plantea que el efecto político que genera la exmandataria supone un problema para la centroizquierda. “Nada crece en torno a ella por su propio protagonismo”, apunta. “La función ordenadora que busca cumplir, opaca otros liderazgos. Lo que ella haga no es inocuo respecto a los nuevos, produce consecuencias. Al mismo tiempo, comparto ese rol, es correcto. Es el típico doble efecto”, añade.
Esa ‘función ordenadora’ se vio clara cuando Bachelet organizó un almuerzo con los presidentes de todos los partidos de su sector y llamó a la unidad en medio de las tensiones en la coalición gobernante con el Partido Comunista, piedra angular de la Administración de Boric. Además, su fundación Horizonte Ciudadano presentó hace unas semanas el documento “Diagnóstico y estrategias para la próxima elección de alcaldes y gobernadores”, donde analiza las claves que pueden influir en los comicios de octubre. Y en las últimas semanas ha participado en diversos actos políticos, lo que ha sacado ronchas en las derechas chilenas. La libertad y autonomía que tiene, precisamente por no ser candidata, son atributos que los especialistas en política atribuyen a su alza en los sondeos.
Al sociólogo, ensayista y consultor Eugenio Tironi, no le gusta el planteamiento que hacen algunos de que Bachelet “se hunda para no opacar” otras figuras. “Ese tipo de cálculos no funciona. Ella tiene hoy un espacio, está contenta con lo que está haciendo. Tiene un efecto en la derecha y le da fuerza al Gobierno y ya se verá cómo se ajustan las piezas más adelante”, sostiene. Tironi no ve la figura de la expresidenta como un fracaso de la nueva generación de izquierda, “sino una señal de los tiempos”. Las visiones utópicas, dice, se fueron cayendo y la ola conservadora creció, aunque ahora parecen estar retrocediendo. “Eso hace que se revaloricen figuras probadas, que generan confianza. No están los tiempos para un nuevo ensayo o una opción muy romántica”, apunta.
Desde el entorno de Bachelet, quien también fue alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos entre 2018 y 2022, les parece bien que marque, pero les preocupa que se prolongue demasiado tiempo la ausencia de una candidatura de la izquierda. Aunque, tampoco dicen que tiene que ser este año, donde las energías están concentradas en los comicios de octubre en los que se elegirán alcaldes y gobernadores, un termómetro clave de cara a las presidenciales. Para la socióloga Pierina Ferretti, directora de ejecutiva de la Fundación Nodo XXI, un centro ligado al Frente Amplio, la irrupción de Bachelet en las encuestas pone presión “a la necesaria discusión al interior del Socialismo Democrático” sobre cuál será su carta presidencial e