Hay un momento en la historia de la humanidad en la que el calor dejó de ser un elemento erótico, sensual, deseable y al que se espera, para pasar a ser un factor molesto, un inconveniente, un malestar que hay que paliar con sistemas de refrigeración cada vez más sofisticados, y que en algunos casos emulan los ecosistemas polares.
Intenten ir al cine sin una chaqueta en los meses de verano y sufran las consecuencias al día siguiente. El cine nos ha dejado numerosos ejemplos de cuando las altas temperaturas calentaban también los cuerpos y, seguramente, Fuego en el cuerpo (1981), sea el mejor de ellos.
La película trascurre en medio de una ola de calor en Florida, con escenas subidas de tono (a las que nos tenía acostumbrados el cine de entonces), como algunos tríos protagonizados por Kathleen Turner, William Hurt y el sofocante bochorno de las noches tropicales.
Hasta no hace mucho, el verano se perfilaba como la mejor época para el sexo. Tiempo de vacaciones, de momentos para uno mismo; de cuerpos más visibles y atractivos debido al bronceado y a la vida al aire libre, circunstancias favorecedoras en sí mismas.
“La luz, y en verano disponemos de más horas de luz, estimula la producción de serotonina y, al mismo tiempo, todas las actividades veraniegas: deportes al aire libre, baños en el mar, andar descalzos en la arena, sentir la brisa en nuestra piel.
Todo eso nos pone en contacto con nuestro cuerpo y sensualiza un poco más la vida diaria”, señala Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.
“Incluso algo de calor en exceso puede provocar que no estemos tan ágiles mentalmente, como de costumbre. Es decir, que la mente no sea la que gobierne ni tenga siempre los mandos, lo que puede ser algo positivo a la hora de centrarse un poco más en el cuerpo y las sensaciones”, apunta.
El mito de los latinos o los habitantes del sur, mucho más sensuales y duchos en el sexo que los pobladores del norte y los países fríos, hace también hincapié en esta relación calor-sexualidad; pero, de un tiempo a esta parte, muchos ya no se identifican con la letra de uno de los éxitos de Raffaella Carrà, Para hacer bien el amor hay que venir al sur. Muchos prefieren ya el entretiempo, la primavera o el otoño. Algunos incluso el invierno, con una buena calefacción; porque existe la idea generalizada de que el frío se combate mejor que el calor.
Antonia, madrileña de 43 años, reconoce que en verano ella y su marido duermen en habitaciones separadas. “Tras noches de peleas por causa de la temperatura (él quería dormir con el aire y yo no puedo, porque me levanto con la garganta afectada), adoptamos esta decisión salomónica. Así que, en nuestro caso, no se puede decir que el verano sea nuestra época más sexual”, comenta. Como muchos hombres, la pareja de Antonia lleva mal el calor.
“No solo el calor real, sino el mero pronóstico de que va a venir una ola de calor ya lo empieza a poner nervioso”, puntualiza ella. “Yo entiendo que si hay temperaturas muy altas hay que poner el aire acondicionado. Pero con esto pasa como con todo, que es adictivo y uno acaba encendiéndolo ya por costumbre, sea necesario o no, y desarrollando una fobia al calor, incluso al normal y tolerable”.
Intentando entender por qué a los hombres les irritan más las altas temperaturas, Rodrigo García-Baquero, urólogo, andrólogo, miembro de la Sociedad Española de Urología y médico del Hospital Universitario Puerta del Mar, en Cádiz,señala como “la temperatura afecta a las dos funciones de los testículos: la producción de espermatozoides y de testosterona.
Por eso estos órganos están fuera de la cavidad abdominal y en suspensión, dentro del escroto, porque se requiere que su temperatura sea unos grados más baja que la de cavidad abdominal para su correcta funcionalidad”. Y añade: “La testosterona es crucial para una relación sexual, ya que afecta al deseo, la imaginación, la erección, la eyaculación y el orgasmo.
Es decir, a todas las fases de la respuesta sexual. Y, por otra parte, la temperatura altera también a la función reproductiva. Se está efectuando un estudio que consiste en cubrir los testículos con una especie de calcetines hipotérmicos y ver si hay un efecto anticonceptivo en este aumento de la temperatura. Todo indica que es muy probable, aunque no hay todavía conclusiones decisivas. Por último, estas alteraciones de las funciones de los testículos, debido al aumento de la temperatura, parecen afectar más a hombres con sobrepeso”, concluye este urólogo.
Las temperaturas demasiado altas o las olas de calor no solo perturban al género masculino, sino a todo ser viviente, que entra en modo reserva energética. “Cuando el calor sobrepasa unos límites, nos cuesta movernos y vemos la más mínima actividad física como un reto inalcanzable”, señala Molero.