Brasil no quiere que la relación bilateral con Argentina se resienta por los exabruptos de Javier Milei contra Luiz Inácio Lula da Silva y la inexistente relación entre los presidentes. Así que, si no puede recibir a su homólogo, invita a su principal rival, el segundo político más poderoso del país vecino. Lula ha recibido este martes en Brasilia al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof. El mandatario brasileño enviaba así un mensaje al argentino, que en julio dio plantón a sus homólogos en una cumbre del Mercosur y a los pocos días ofendió a Lula al dedicar su primer viaje como presidente a Brasil a participar con el exmandatario Jair Bolsonaro en un cónclave de ultraderechistas. Y, al reunirse con Kicillof, el líder del Partido de los Trabajadores brasileño arropaba, de paso, al dirigente peronista en pleno escándalo por la denuncia por violencia machista contra el expresidente Alberto Fernández.
El Gobierno brasileño ha destacado el carácter económico de la visita a Brasilia del gobernador de Buenos Aires, la provincia más poblada e industrializada de Argentina. Por eso, el ministro de Finanzas, Fernando Haddad, ha participado junto a Lula en el encuentro, que ha durado 80 minutos. Durante la reunión, “han intercambiado impresiones sobre la economía argentina, sus desafíos actuales, en particular, la recesión, el aumento del desempleo, de la pobreza y de la desindustrialización”, según una nota de la Presidencia de Brasil. Eso en el plano económico y político. Pero también han tenido tiempo para abordar las perspectivas del peronismo y “las relaciones entre las distintas corrientes ideológicas” del movimiento, añade el comunicado.
El gobernador bonaerense se había reunido antes con el vicepresidente, Geraldo Alckmin, que encabeza la cartera de Industria y es el enlace gubernamental de Brasil con el mundo empresarial y los inversores.
Kicillof no solo es el gobernador de la provincia más poblada y con mayor peso político y económico de la Argentina, sino que también es uno de los principales referentes de la oposición al Gobierno de Milei. El mandatario bonaerense es uno de los pocos dirigentes con poder real que vienen del kichnerismo, aunque mantiene una relación no exenta de tensiones con la expresidenta Cristina Kirchner, de quien fue ministro de Economía.
Si el presidente ultraderechista promueve a la libertad del mercado como solución a todos los problemas y se autodefine como “el topo que destruye al Estado desde adentro”, Kicillof sostiene desde las filas del peronismo un modelo basado en la presencia y la intervención del aparato estatal para regular la vida económica y social.
Mientras Milei mantiene cortado el diálogo con Lula, a quien ha llamado “comunista corrupto” y se ha negado a pedirle disculpas, Kicillof intenta tender lazos con el Gobierno brasileño, al que considera en su misma sintonía política e ideológica. Ante el desguace de la Administración pública que está aplicando el Ejecutivo argentino, que incluye el recorte de los fondos nacionales destinados a las provincias y la suspensión de las obras de infraestructura, el gobernador busca incrementar la cooperación económica directa con Brasil, a través de inversiones y proyectos productivos.
El mandatario brasileño y el gobernador de Buenos Aires también han dialogado sobre el escenario político en Sudamérica y los obstáculos al proceso de integración regional, una de las obsesiones de Lula, un objetivo cada vez más arduo en vista de la polarización que sufre en continente y de crisis abiertas como la venezolana.