A la corta edad de 11 años, una niña de Chicago logró lo que muchos solo sueñan: convertirse en multimillonaria gracias a un invento que no solo transformó su vida, sino también la de miles de personas que padecen la enfermedad de Parkinson. Inspirada por las dificultades que enfrentaba su abuelo, Lily Born desarrolló una taza especial que ha cambiado la manera en que estos pacientes pueden realizar una tarea tan simple como beber, sin los temores y complicaciones que la enfermedad conlleva.
La historia de este invento comienza cuando Lily, con tan solo nueve años, observó cómo su abuelo luchaba para mantener su taza estable debido a los temblores característicos del Parkinson. Determinada a hacer algo al respecto, Lily ideó lo que más tarde se conocería como la Kangaroo Cup, una taza con un diseño único que proporcionaba la estabilidad que su abuelo necesitaba. La primera versión, hecha de plástico y equipada con tres patas, fue un éxito rotundo en su hogar, lo que motivó a Lily y a su padre, Joe Born, a llevar el producto al mercado.
El viaje de Lily Born desde la idea hasta la multimillonaria Kangaroo Cup
Motivados por el impacto positivo que la Kangaroo Cup había tenido en su familia, Lily y su padre decidieron llevar su creación a un público más amplio. A través de una campaña en Kickstarter, recaudaron los fondos necesarios para mejorar el diseño y producir la taza a gran escala. Este esfuerzo los llevó a Jingdezhen, China, un lugar conocido por su tradición en cerámica, donde buscaron perfeccionar el producto. Aunque inicialmente optaron por la cerámica, pronto se dieron cuenta de que no era el material más adecuado para la resistencia que querían lograr, lo que los llevó a desarrollar una versión mejorada de plástico con asas más fuertes y patas más duraderas.
Hoy en día, la Kangaroo Cup no solo ha generado millones en ventas, sino que se ha convertido en un artículo indispensable para muchas personas que, como el abuelo de Lily, necesitan una solución simple pero efectiva para mejorar su calidad de vida. Lo que comenzó como un acto de amor y preocupación familiar se ha transformado en un ejemplo de cómo la innovación y la empatía pueden tener un impacto profundo y duradero.